Los que cazan cazadores.
Este fin de semana una noticia llegó a mis ojos sobre el suicidio de Mel Capitán, una joven española de 27 años, aficionada a la caza, quien decidió quitarse la vida en medio de una crisis de acoso y agresiones que ella y su familia sufrían por parte de grupos de animalistas que se oponían a su actividad y no le dieron cuartel ni siquiera estando ya fuera de este mundo. Porque, la noticia en sí -suicidas diarios- no era lo que llamó mi atención, sino todos los comentarios que se podían leer tanto en la noticia que me enganchó al caso, como en sus redes sociales y en los foros que trataron esta noticia en general. Comentarios de alegría por su muerte, pidiendo que se exponga su cabeza en alguna sala de trofeos y en las redes sociales, deseando que se estuviera pudriendo en el infierno, por mencionar los más benévolos. El encono y la saña con la que tantas persona se unieron para festejar la muerte de una persona verdaderamente son escalofriantes. Y sin detenerse ahí, la noticia dio