Bendito romance...
Pasé meses sin escribir una palabra, y justo ahora que tengo tanto trabajo pendiente, las ideas empiezan a hervir. Empecé a escribir un ensayo de historia contemporánea y al cabo de dos horas tenía terminados dos cuentos cortos y unos versos de amor sin destinatario. Tal vez fue la renuencia de mi cerebro a trabajar en cosas serias, su eterna y necia renuencia a la normalidad. Ahora escucho a Tom Waits, al que descubrí hace unos años pero lo olvidé, y en 46 minutos he decidido que su música tiene que amenizar alguna gran fiesta que yo ofrezca para mis amigos y familia. Y no, no quiero hablar de mi hipotética boda, porque eso me provoca un nudo en el estómago, y he desayunado tan bien que no quiero arruinar mi digestión. Lo que sí se es que hay una de esas canciones, Little trip to heaven, que algún día me gustaría bailar con alguien, aún no se con quien, muy despacio, abrazados, en alguna azotea bajo la luna, como en las películas, con vino y velas, con flores en mi cabello, si