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Mostrando entradas de mayo, 2014

La Fridita

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Cuando nació estaba amarilla, muy amarilla, y teníamos que ponerla al sol para que agarrara color. Todavía me acuerdo cuando la sacaban en las mañanas sin ropa y la ponían a tostar, de un lado y del otro. Y ella siempre quitecita, sin hacer mucho ruido. Era el bebé más dormilón de todos, la acostaban a las 9 de la noche y se despertaba hasta las 7 de la mañana, sin interrupciones, sin llantos nocturnos, sin moverse siquiera de la posición en la que la dejabas. Cuando aprendió a incorporarse un poco se sostenía con la boca de la orilla del moisés y así se quedaba, con la mordida prensada mirando todo lo que había a su alrededor. Podía pasar horas enteras mirando la televisión y chupándose el dedo, sin parpadear, como en una especie de trance. Tenía los ojitos redondos y la cabecita suave, olía siempre rico, como a caramelo. Yo tenía 5 años y 7 meses cuando Frida vino al mundo. Al parecer me puse celosa por su llegada y hacía cosas como tomarme sus mamilas de agua y meterme a su c

Mamá

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-Vamos a la calle- me decías, y me ponías mi abriguito rojo, me abrochabas bien el cinturón de la carreola y las dos nos íbamos a pasear toda la mañana por las calles de un Madrid muy diferente al que me encontré hace unos meses. No se si esas imágenes de ti y de mi paseando juntas son recuerdos o construcciones que hice con los años, pero lo que sí recuerdo, es ese salto de alegría que me daba el estómago cada vez que tú me decías, 'Vamos a la calle'. También recuerdo tu gabardina negra de botones grandes, tus botas negras arrugadas, y te recuerdo delgadita y guapa, con tu pelo negro ondeado hasta los hombros y con un fleco de lado, con los labios muy rojos. Y el ceño siempre fruncido, pero los ojos buenos, buenos como tú. Nunca me trataste como se trata a los niños (como si fueran tontos), ni me decías, "el gua-guá", "el tic-toc", "el run-run",  me hablabas como a un adulto se le habla: "el perro", "el reloj", "