La Fridita

Cuando nació estaba amarilla, muy amarilla, y teníamos que ponerla al sol para que agarrara color. Todavía me acuerdo cuando la sacaban en las mañanas sin ropa y la ponían a tostar, de un lado y del otro. Y ella siempre quitecita, sin hacer mucho ruido. Era el bebé más dormilón de todos, la acostaban a las 9 de la noche y se despertaba hasta las 7 de la mañana, sin interrupciones, sin llantos nocturnos, sin moverse siquiera de la posición en la que la dejabas. Cuando aprendió a incorporarse un poco se sostenía con la boca de la orilla del moisés y así se quedaba, con la mordida prensada mirando todo lo que había a su alrededor. Podía pasar horas enteras mirando la televisión y chupándose el dedo, sin parpadear, como en una especie de trance. Tenía los ojitos redondos y la cabecita suave, olía siempre rico, como a caramelo.


Yo tenía 5 años y 7 meses cuando Frida vino al mundo. Al parecer me puse celosa por su llegada y hacía cosas como tomarme sus mamilas de agua y meterme a su cuna como si fuera un bebé. Yo era hasta aquel momento la única hija, la consentida. Y ahora iba a tener que compartir todo con aquel bultito de piel blanca como la cera (después de los baños de sol se quedó blanca, cosa extraña).



Pero a pesar de eso nos llevábamos muy bien. Ella no era una hermanita chillona y berrinchuda, ni me quitaba mis cosas. Y cuando yo le quitaba las suyas, ella sencillamente hacía otra cosa o iba detrás de mi, pero jamás peleábamos. La recuerdo a los 3 años flaquita, con ojeras enormes, y una sonrisa que iluminaba la la casa y la calle entera. Cuando creció más se puso redondita, y tenía las mejillas suaves como terciopelo, siempre muy rojas por estar jugando o corriendo. Yo le decía manzanita, porque eso parecían sus mejillas, dos manzanitas brillantes.




En esta época se definió la clase de Frida que iba a ser, y el lugar que ocuparía en nuestra familia. Ella no iba a ser una tormentosa como yo, sino todo lo contrario; desde sus primeros años Frida demostró ser un espíritu libre, una persona sencilla, muy racional y muy lógica, nada de dramas. Frida fue una niña que jugó con otros niños y siempre quería estar con ellos, que no le interesaba el mundo de los adultos. No le gustaba la música que oíamos nosotros, y vino a traernos a casa todo un repertorio de ritmos modernos -rap, hip-hop, reggaeton- que al principio nos desagradaban, pero que ahora con los años hemos aprendido a escuchar, sólo porque nuestra Frida los escucha.



La vida con Frida siempre ha sido una vida interesante. Desde pequeñita fue enfermiza, así que a mis papás siempre los tuvo dando vueltas llevándola al médico, dándole medicinas. Pero ella jamás perdía el buen humor. Yo siempre he dicho que Frida nació con un don impresionante, el de traer felicidad a las personas. Y basta estar con ella unas horas para darse cuenta de su increíble capacidad de hacer reír, de generar empatía con la gente, e inclusive imponerse como el líder de la situación.



Con el paso de los años ella dejó de ser mi hermanita menor, a la que yo siempre defendía en la escuela de otros niños que la molestaban, y se convirtió, junto con mamá, en mi mejor amiga. Siempre que estamos juntas nos reímos a carcajadas de las cosas más tontas del mundo, hablamos de todo lo que nos pasa, y nos damos consejos una a la otra.



Frida es mi media naranja. Yo soy la romántica que sufre, ella la práctica que me aconseja; yo soy la impulsiva y ella la que me tranquiliza; yo soy la que ríe como tonta, y ella es la que me hace reír con sus chistes, sus historias y sus bromas.





Viéndola tan madura, tan bonita como ha crecido, tan feliz, a veces he llegado a pensar que es ella la hermana mayor y yo la menor, eso hasta que la veo en pijama mirando Bob Esponja y comiendo cereal frente a la televisión, y entonces me doy cuenta de que el tiempo no ha pasado en realidad, y que mi Fridita sigue siendo, y seguirá siendo mi hermana pequeña, a la que tengo que cuidar hasta que las dos seamos viejitas.



Ayer la Fridita, como le decimos todos de cariño, cumplió 21 años, y su edad no hace más que recordarme que también yo tengo que seguir creciendo, trabajando y esforzándome más para ser siempre el apoyo y la protección que mis hermanas necesiten.

Estoy segura de que la Fridita no va a necesitar mucho de mi, porque es trabajadora, responsable, inteligente y sobre todo muy buena. Es más probable que sea Frida la que cuide de mi a lo largo de esta vida, pero por lo menos debe saber que siempre que necesite algo, aunque sea a una tonta que se ría de sus chistes, ésta tonta que tanto la quiere va a estar siempre ahí para ella.





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