Mamá
-Vamos a la calle- me decías, y me ponías mi abriguito rojo, me abrochabas bien el cinturón de la carreola y las dos nos íbamos a pasear toda la mañana por las calles de un Madrid muy diferente al que me encontré hace unos meses.
No se si esas imágenes de ti y de mi paseando juntas son recuerdos o construcciones que hice con los años, pero lo que sí recuerdo, es ese salto de alegría que me daba el estómago cada vez que tú me decías, 'Vamos a la calle'.
También recuerdo tu gabardina negra de botones grandes, tus botas negras arrugadas, y te recuerdo delgadita y guapa, con tu pelo negro ondeado hasta los hombros y con un fleco de lado, con los labios muy rojos. Y el ceño siempre fruncido, pero los ojos buenos, buenos como tú.
Nunca me trataste como se trata a los niños (como si fueran tontos), ni me decías, "el gua-guá", "el tic-toc", "el run-run", me hablabas como a un adulto se le habla: "el perro", "el reloj", "el coche". Me contabas todo lo que pensabas, todo lo que pasaba en la casa, aún cuando yo todavía no sabía ni hablar. Tu y papá platicaban juntos a la hora de comer (como lo han hecho toda la vida) y me ponían sobre la mesa en mi mecedora para incluirme en sus conversaciones sobre política y economía. Hacían reuniones con sus amigos (nuestros amigos) cada fin de semana y me dejaban quedarme hasta tarde con ustedes cuando apenas daba mis primeros pasos.
No me educaste con Barney el dinosaurio ni con Dora la exploradora, me criaste con Silvio Rodríguez y Óscar Chávez, veíamos juntas las películas de Pedro Almodóvar cuando yo tenía 7 años (aunque me tapabas los ojos en las escenas fuertes), me enseñaste a ser mexicana con las canciones de Lola Beltrán y Chavela Vargas, pero también internacional con Janis Joplin, los Beatles y Joaquín Sabina.
No me vestías como princesa, me comprabas botitas para escalar, jumpers, camisitas, y sí también vestidos y moños, pero me decías siempre que las mujeres no debían ser unas inútiles que sólo estuvieran de adorno. Me comprabas barbies pero también soldados y cañones, y libros, muchos libros, siempre libros, hasta la fecha.
Pero de todos esos recuerdos, el de ese momento cuando acabábamos de comer y tú decías 'Vamos a la calle' siempre ha sido el mejor de todos. No importa que tuviera uno, cinco, trece o veintitrés años, siempre que tú me dices que vayamos a la calle, me emociono por dentro, porque no hay otra persona en todo el mundo con quien me guste más pasear y platicar y cantar, que contigo.
El único problema, mamá, es que el mundo ha cambiado mucho desde que tu y yo salíamos a dar paseos, y ahora, toda ésta maravillosa locura que tu y yo abrazamos, me convirtió en un bicho un tanto raro (como el pobre Gregorio Samsa). Sin embargo, prefiero lidiar con la crisis de mi generación, con la soledad en la que vivimos los jóvenes ahora, a ser un poquito diferente de como soy. Porque lo que soy, es lo que tú hiciste de mi, con amor y esfuerzo, con dedicación y el sacrificio de muchos de tus sueños.
Tú me enseñaste que una mujer puede perfectamente estudiar, trabajar y al mismo tiempo ser una buena mamá y una buena esposa. Que la inteligencia no se pelea con la elegancia. Que lo más importante en este mundo es la familia, que ser bueno siempre trae cosas buenas. Que el orden y la limpieza son fundamentales, que el respeto a los demás empieza por el respeto a uno mismo.
Yo no se todavía -amén de este mundo en crisis- qué es lo que hay para mi en el futuro, no se ni siquiera si alguna vez voy a ser mamá de alguien, pero lo que sí se, es que quiero que te sientas orgullosa de mi, y que sientas que todo tu esfuerzo valió la pena.
Te quiero, y te agradezco por todo, por mí, por mis hermanas, por mi papá. Todo lo has hecho muy bien. Eres buena mamá, y sé que esas palabras son las que más te gustan.
Feliz día de las madres.
Bello texto como la autora. Besos mi Yurita. Papá
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