Comienzos y recomienzos

Cuando se habla en la televisión, la internet o las películas acerca de cumplir 30 años, cuatro escenas me vienen a la mente, una, la de la femme fatale con copa de martini en mano, tacones de aguja y minifalda sensual, que usa el cabello en seductoras ondas y los labios rojos, y que siempre huele a un buen perfume. La herencia de Sex and the City nos retrata a una mujer de treinta y tantos que vive en la ciudad, se divierte, con un buen trabajo y un mejor cuerpo, con muchos pretendientes pero libre y sin ataduras. La chica que muchas sueñan con ser: empoderada, coqueta y feliz.


Por otro lado, viene a la mente la imagen de una linda mujer con ropa casual, que carga en brazos a un bebé regordete y hermoso, o que riega las plantas de su propio jardín, que quizá no se ve tan sensual como la primera -amén de que detrás de esas ropas cómoda esconde un cuerpo de primera- pero que irradia orgullo de sus propias conquistas: una casa propia en los suburbios, un esposo guapo y exitoso que además está loco por ella, un hijo que podría ser la nueva imagen de Gerber, un auto propio aparte del de su marido, una empleada doméstica que se encargan de las tareas indeseadas como lavar el baño, pero que es "casi" un miembro más de la familia, una suscripción al gimnasio con spa y sobre todo, una licencia de por vida al "dolce far niente" sin remordimiento alguno.



En tercer lugar, recuerdo esta imagen de una mujer de pelo largo y despeinado, con botas caterpillar, jeans o bermudas, y una ligera camisa de algodón; cuyo único accesorio es una gigantesca mochila que lleva a espaldas y que no la afea, pues también es esbelta, atlética y guapa. La vemos viajando por países exóticos, guardando apenas la mínima muestra de glamour sin dejar de ser sexy en su propio estilo. Es una mujer que vive de la aventura, de conocer un chico guapo en cada ciudad y pasar una alocada noche en los bares junto a una playa. Una chica audaz que aun cuando duerme en hostales pequeños y bebe cervezas directo del envase, seguramente tiene una choncha cuenta bancaria que le permite realizar todas estas hazañas durante meses y meses sin sentir el peso de la ilegalidad o del hambre.



Y en cuarto sitio está la mujer -científica, empresaria, abogada, ejecutiva, etc- que viste ropa formal de trabajo, cuyo cabello está peinado a la perfección para que no le estorbe en sus importantes tareas, que tiene un seductor humor negro y siempre está hablando de temas como manejo del estrés o metas y objetivos; sí, ella también a pesar de la obsesión con el trabajo es guapísima- y a veces se da el lujo de ir a tomar una cerveza al bar para relajarse de su agitada vida. Aunque no tiene marido, ni hijos, ni amigas de copas, es feliz con sus logros profesionales, tiene dinero a montones y es el orgullo de su comunidad.



Bueno, pues perfiles más o menos, de esas cuatro imágenes, nosotras mujeres mortales debemos elegir la que más nos guste y emularla hasta la última gota de sangre o sudor.

Sin embargo, la realidad, oh cruda y poco sutil realidad, dista mucho de los que vemos en pantalla y muchas veces nos encontramos con que las cosas son más difíciles, caras, complicadas y decepcionantes de lo que imaginábamos.

No me malinterpreten, no hablo de cánones de belleza -es obvio que todas las mujeres retratadas en esta introducción pasaron previo a la escena por horas de sofisticado maquillaje y aún más, por meses de preparación física e intervenciones estéticas para dar el resultado tan atractivo al ojo- de lo que yo hablo es de autoconcepciones. Hay días en que al mirarnos al espejo sólo podemos pensar: esto no es lo que yo esperaba, ¡quiero mi dinero de regreso!

Entonces, de imaginarnos en la dulce adolescencia que seríamos una mujer de 30 así:



Un día cumplimos los 30 y nos vemos así:



Y es entonces cuando empezamos a ver qué diablos fue lo que salió mal en el camino de nuestros sueños de ser delgadas, guapas y con éxito laboral, a usar una sudadera apestosa a las 2 de la tarde mientras comemos una bolsa de frituras y vemos la televisión.

La verdad es que no quiero hacer de esto una charla motivacional de "tu puedes ser un súperhumano" porque creo que no se trata de eso, sino de poner más atención. 

Generalmente cuando una persona se deprime tarda mucho tiempo en darse cuenta, hasta años. Deprimirse no es necesariamente llorar y pensar que nada tiene sentido en la vida. La depresión empieza ese día que en lugar de levantarte, quitarte la pijama y hacer un poco de ejercicio, decides dormir hasta que ya es tarde, o no encuentras fuerzas para hacer otra cosa que ver las redes sociales todo el día. 

La depresión no necesariamente tiene que ver con "la vida tan triste que llevamos", pues muchas veces nos ataca cuando todo marcha bien, cuando hay salud, estabilidad y amor. A veces no nos damos cuenta de que ya pasaron 3 semanas y ese zapato sigue tirado en el suelo, en el mismo lugar, y pasamos junto a él y no lo levantamos, porque no vemos la necesidad de hacerlo; o también sucede que en la noche antes de dormir hacemos grandes planes para el día siguiente -ordenar el cuarto, lavar los trastes, ejercitarnos, ir a comprar algo, escribir, hacer una llamada importante, etc- y a la noche siguiente nos encontramos con que ni siquiera nos bañamos, faltamos al trabajoy no nos movimos del sillón. 
  
El problema es que mucha gente ve estas actitudes como señal de "flojera" o "apatía", pero no se fijan que precisamente estos síntomas, la flojera y la apatía, son claras señales de la existencia de una depresión, que no es otra cosa que la incapacidad física de tomar las riendas de tu propia existencia.

Así que si ya tienes 30 años y sientes que tu vida es un desastre, lo primero es reconocerlo: mi vida es un desastre.

Y luego viene lo difícil: es imperativo dejar ir estas imágenes idílicas de superación.

NO, no es poniendo una foto de una chica sexy en bikini en la puerta del refrigerador lo que te va a ayudar a adelgazar. No es viendo cien veces el video Side to side de Ariana Grande que te van a dar ganas de inscribirte a una clase de spinning, ni tampoco comprar la guía de Marie Kondo sobre el orden en la casa lo que mágicamente le va a dar a tu departamento la apariencia de un penthouse en Tokyo.

No significa que estos métodos sean malos, pero es que no son métodos, sólo son recompensas visuales, placebos y al mismo tiempo son carteras más gordas para los que se dedican a vivir de la pobreza de espíritu de otros.

Ya dije antes, lo primero es decir: LO ADMITO, me siento deprimida o deprimido, y lo segundo, es decir, DEBO ACEPTAR que jamás voy a ser como Scarlett Johansson o Brad Pitt.

¿Por qué es importante bajar los pies de la nube y tocar el lodo? Porque sólo así vamos a ver con ojos claros qué es lo que tenemos y qué es lo que podemos conseguir. De esa forma nos ahorraremos mucho sufrimiento, y de paso dinero, pues es sabido que quien quiere emular un estilo de vida acaba comprando mil porquerías que no necesita o que no le sientan bien siquiera.

Entonces, cuando sólo nos quedamos con lo que hay frente al espejo, nos damos cuenta de que no está tan mal, sí hay cosas ahí -salud, un par de ojos con vista perfecta, una boca sensual, una buena voz, inteligencia, un gran cabello- sólo que estábamos tan ocupados viendo al de la pantalla grande, que no nos fijamos en nosotros mismos.

Luego hay que mirar a nuestro alrededor: ¿qué tengo?, y también muy probablemente empecemos a ver cosas que saltan a la vista -un departamento espacioso, muebles buenos, una mascota lindísima, una casa familiar llena de risas y voces, una cama muy cómoda, aparatos de ejercicio propios, libros, utensilios de cocina muy monos, etc.-

Quizá salten también a la vista todos los fallos: la lonja, el grano, el pelo crespo, la ropa fuera de moda, el zapato tirado, la pila de trastes sucios, el olor a encerrado. Pero todo eso tiene remedio, sólo que hay que ir poco a poco y cosa por cosa.

Primero abrir ventanas y cortinas, dejar que entre el aire, por salud y para animarnos. Luego sacudir y tender la cama (aunque más tarde vaya a destenderse de nuevo) porque así la habitación adquiere otra vista. Después intentar ejercitarse, un día 10 minutos, al siguiente 15, y así hasta hacerlo con ganas y con constancia, no es necesario convertirse en un entrenador de fitness, ni ganar un maratón, no se trata de vencer, sólo de disfrutar mover el cuerpo y sudar un ratito.  Hay que beber mucha agua (el cuerpo automáticamente se siente mejor después de ello) y comer cosas más sanas sólo por disfrutarlas, no por ponerle un peso ideal al asunto o un régimen de morir de hambre. Las verduras son muy ricas cuando se las sabe cocinar. Por otra parte, si tenemos un espacio lindo en el que vivimos hay que tratar de darle un aspecto sano también. Tirar lo que ya no sirve y lo que nunca sirvió aunque tu jures que un día lo puedes usar. Levantar lo que está tirado, cambiar incluso el orden de los muebles para ver un cambio.

Y sólo con eso, con tener la casa ordenada, hacer un poco de ejercicio diario y comer cosas más sanas, en general pero sin sacrificar los gustos de vez en cuando, con eso se tiene para empezar a deshacerse de la depresión. Aún si el día es malo en la oficina, si los hijos parecen desquiciados, o si el pretendiente te canceló la cita al último minuto, de repente das vuelta y observas tu entorno bien hecho, y tu cuerpo reponiendo el desánimo con endorfinas que obtuvo en el ejercicio y el alimento, y entendes que esto no se trata de ser Anne Hathaway en Devil Wears Prada, sino de aprender a ser feliz con lo que uno es y tiene. Siempre tienes la opción de esperar a la noche, darte un baño, ponerte una mascarilla, tomar un libro o poner una película, servirte una copa de vino,  y encerrarte en un cuarto a imaginar que sí eres una estrella de cine.

Si nos sabemos completos y plenos, es mas probable que vayamos por más, que crezcamos y que las ganas de convertirnos en algo mejor aparezcan más a menudo. Ciertamente comiendo cheetos en pijama mientras vemos el desfile de Victoria's Secret en la tele no es la mejor forma de empezar a parecerse a uno de los Ángeles.

Se que es todavía más difícil enfrentarse a la realidad cuando se vive en Latinoamérica, OJO NO SOY RACISTA, pero uno sale a la calle y ve los cables de luz por todas partes, la acera con el concreto destruido, el autobús público completamente asqueroso y maltrecho, sin tener ciclovías, con basura en cada esquina, un vecino que pone a todo volumen "La cumbia del marcianito", es inevitable que la lagrimita de añoranza de una ciudad de ensueño como las de Europa o EEUU se asome por ahí.

Sin embargo, eso también tiene remedio, pues no es lo mismo salir de casa sintiendo que todo va mal, a salir de esa una linda y ordenada, recién bañado y embadurnado de crema humectante con olor a rosas, pasar a comprar un jugo de frutas, con la música que más te gusta en los audífonos, y por qué no, con las zapatillas rojas altas, esa que aunque difíciles de usar entre baches y charcos, hacen que dos o tres chicos volteen cuando pasas, y que dos o tres chicas te miren con relativa envidia.

Todo depende de como se toma uno las cosas. Porque yo les aseguro que hasta Scarlett Johansson con sus labios carnosos y sus curvas de escándalo tiene sus días malos en los que no quiere ir a trabajar, ni quiere que todo mundo la siga o le hable cuando va a la tienda por algo, y tiene hambre pero esta a dieta, o su marido llama demasiado la atención de otras mujeres y eso la hace sentir celosa. Qué se yo, la vida de cada quien es cosa de cada quién.

Así que si tienes 30 recién cumplidos como yo, y tienes un sobrepeso de miedo, una casa hecha un desastre y pocas ganas de arreglarla, piensa en cosas que sí tienes, como por ejemplo un gatito dormilón, un novio fantástico que es además tu mejor amigo, mucho tiempo libre, unas cortinas moradas  y un comedor rojo muy chic, un departamento con patio en el centro de la ciudad, y sobre todo, un montón de días por delante para ir conquistando tus miedos uno por uno, hasta lograr todo lo que te propones con voluntad y trabajo duro.

Ánimo, no se quien seas, pero no estás solo, todos nos sentimos así en algún momento. Sólo se trata de tomarlo con calma ;)

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