Una larga y mágica reflexión
Uno de los mitos más internacionales de la cultura popular es el del Ave Fénix, para resumir, es el mito de un gran pájaro casi imposible de encontrar que al concluir su vida se envuelve en llamas para después renacer de sus propias cenizas. Sencillo. Renace de las cenizas una y otra vez, para continuar viviendo por siglos. Es la metáfora de superación por excelencia. Siempre se puede volver a empezar, todos debemos aprender a levantarnos después de una caída para seguir viviendo. Cada día que comienza con la salida del sol es una nueva oportunidad de empezar todo, otra vez.
Mi relación con este pajarraco mítico se reduce a sus apariciones dentro de mis lecturas de la saga de Harry Potter, personificado como Fawkes, el fénix de Albus Dumbledore, el viejo director de la escuela de magia Hogwarts, que en más de una ocasión le salva a Harry la vida. Aunque parezca algo completamente irrelevante, esto lo menciono con una muy buena razón, no he enloquecido (aún, creo).
En la vasta extensión del mundo que J.K. Rowling ideó para los niños y jóvenes de todo el mundo (y uno que otro adulto), uno de los personajes que más me agradaba era precisamente éste fénix. No tenía tanto protagonismo como muchos otros personajes, pero sus breves apariciones le daban a la historia un giro estupendo. Aún cuando el universo de Harry Potter está lleno de maravillosas criaturas como elfos domésticos, gnomos, hipogrifos, centauros y demás, el fénix me parece por mucho, el ejemplar más bello de esta colección. Era la mascota del viejo Dumbledore, el hechicero más famoso conocido en el mundo de los magos, y como si fuera un perico cualquiera, descansaba en un palo colocado junto a su escritorio.
Cuando el pequeño Potter lo ve por primera vez, estalla en llamas y le provoca un susto de muerte. Dumbledore lo calma explicándole que así se supone que un fénix funciona, quemándose para renacer. “Criaturas maravillosas, los fénix”, le dice mientras observa salir del montón de cenizas la pequeña cabeza de un polluelo sin plumas. Tanto en las líneas del libro como en la escena de la película, este es un momento bastante hermoso, donde la trama se pierde por instantes, y lo único que atrae la atención es el fénix, contemplado por un niño y un anciano, ambos igualmente maravillados, sin importar que en su mundo la magia y los prodigios estén a la orden del día. Al final de este episodio, cuando Harry está luchando con un enorme basilisco, el fénix nuevamente adulto, acude en su ayuda y le arranca los ojos a la bestia para que no lo asesine. La escena anterior de ternura da un giro bastante sangriento, pues muestra la ferocidad y el valor de la criatura que ayuda al mago. Sin embargo la bestia logra morder a Harry antes de morir y lo condena a una muerte por envenenamiento. Una vez más el ave prodigiosa lo salva de este fatal destino derramando sus lágrimas con poderes curativos en la herida del muchacho. Aunque no parece algo relevante, el hecho de que un ave que acaba de arrancarle con furia los ojos a una serpiente, llore para salvar a su amigo humano es algo bastante hermoso. A menudo vemos a los animales, mágicos o no, como seres con lealtades pero sin sentimientos.
Llegamos al punto en que surge la pregunta, ¿por qué diablos estás escribiendo esto? o ¿con qué objetivo? Bueno, admito que no hay respuesta, no tenía un fin en particular cuando comencé a redactar, pero no es obligación tener un propósito para decir lo que se piensa. Lo único que espero, es que el lector haya apreciado las particularidades y giros de este relato.
A veces nos metemos tanto en la cotidianeidad, que lo mágico parece absurdo, “irreal”. Es muy irónico pensar que los hombres “reales” no consideramos a la magia como una realidad, sino como un elemento de la cultura popular, de la mitología, y sin embargo idolatramos todo lo que tiene que ver con ella. Siempre estamos a la búsqueda de “fenómenos”, de visiones o apariciones. Creamos o no en ello, siempre procuramos que lo paranormal esté presente en nuestras vidas. Desde los que practican limpias y portan amuletos, los que buscan ovnis y fantasmas, hasta los que rezan a los santos por milagros y usan escapularios. Inclusive los hombres de ciencia, inmunes a la magia, producen tratados enteros repletos de temas mágicos, aun cuando la consideren superstición, son ellos los que han dado al mundo moderno testimonio fiel y bastante detallado de las prácticas mágicas antiguas.
El mundo gira alrededor de lo maravilloso sencillamente porque si lo maravilloso existe, entonces no estamos condenados a la nada después de morir, si hay algo más ahí afuera aparte de la materia, el espíritu está salvado, la muerte no es el final. Las religiones como la católica niegan todo lo mágico, sin embargo están convencidos de que Cristo entra dentro una ostia en el momento en que se le invoca durante la misa. ¿Esto no es magia entonces?
Aclaro que esta retorcida reflexión no es una crítica a la religión, por el contrario, si en este oscuro mundo moderno, hay todavía un universo de fenómenos maravillosos, ese sería el de las religiones. Gracias a ellas la magia no se ha ido del todo, vive a través de los rezos y los milagros.
Quise comenzar con el fénix y Harry Potter, porque hoy en día la saga del niño que descubrió que era mago es un fenómeno mundial de magnitudes incalculables. No sólo por los millones y millones que ha producido en ventas de libros, entradas de cine y todo tipo de artículos, sino por el peso social que ha representado dentro de la historia de la lectura. Es una historia de 7 volúmenes y 3000 páginas que atrapó a personas de todas las edades, sin importar si les gustaba o no el placer de la lectura. Entrar en el mundo de Harry Potter es dejar atrás la realidad y vivir entre maravillas. ¿Quién no sacrificaría algunas semanas de su tiempo para agotar hasta la última página de ese escapismo?
Yo tenía 12 años cuando una amiga me prestó Harry Potter y la piedra filosofal. Fue un libro más para leer de los que a esa edad ya había leído, leer es una de mis aficiones preferidas. Por la noche decidí comenzarlo como lectura antes de dormir. Pues la hora dormir nunca llegó, y terminé de leerlo en su totalidad a las 4 de la mañana. Estaba anonadada, y nada tenía que ver con la narrativa o la riqueza literaria del texto, simplemente ese mundo era mil veces mejor que el mío, no me podía detener. Al día siguiente volví a comenzarlo con más lentitud para recuperar los detalles. Leí ese libro 4 veces, el segundo, 2 veces, el tercero, 3 veces, el cuarto, quinto y sexto, una vez cada uno, y el séptimo 2 veces. En todo ese tiempo, pasó lo que tenía que pasar, crecí. Cuando llegó a mis manos la última aventura de Harry Potter ya tenía 20 años, cosa que no fue obstáculo alguno para devorarlo con la misma avidez con la que devoré el primero, 7 años atrás.
Y a pesar de que en ese camino encontré muchos detractores, gente que calificaba la saga como “infantil” o “para nerds”, jamás dejé de pensar que era la mejor historia que jamás leí y jamás leeré. No se trata de comparaciones con el Quijote o los clásicos, se trata de una predilección y un afecto muy personales. Yo no llegué a los niveles quizá un poco obsesivos de los clubs de fans o los disfraces en las premieres de cine, pero sí soy una conocedora y defensora de Harry y sus aventuras. ¿Por qué tachar de ridículo un mundo como aquel? ¿Por qué los hombres nos burlamos de aquello que en secreto desearíamos con fervor?
Las personas se vuelven viejas en el momento en que ridiculizan la ilusión y la maravilla. En ese momento son tragadas por el dragón de la normalidad y se vuelven sombras, máquinas de comer, dormir, trabajar y descansar, esperando el momento de la muerte. Los muchachos piensan que dejar de creer en hadas y brujas y burlarse de quienes aún creen es sinónimo de madurar, de ser adultos. No se dan cuenta de que han firmado ya su sentencia, de que están muertos antes de morir. Si se niega lo mágico, entonces se niega todo lo que no puede ser probado, se niegan sentimientos tan elevados como el amor y la dicha, que no tienen explicación alguna en el mundo de la ciencia, ni química ni psicológica, que no pueden ser otra cosa que un producto puro del espíritu, magia como nunca la veremos.
Decir magia no significa estrictamente hacer conjuros con una varita, sin embargo, propongo aquí algunos ejemplos “reales” para aquellos que siguen reticentes.
¿Cuántas veces no hemos probado platillos refinadísimos en restaurantes de lujo y hemos afirmado que ni de casualidad saben tan buenos como la sopa de fideos de la abuelita? ¿Qué explicación darle? Estamos hablando de un platillo hecho por un chef profesional, que conoce a la perfección los procedimientos de rebanado, cocción, aderezamiento, y que pasó años dedicado al estudio de la comida, entonces ¿por qué no se puede comparar con una sencilla sopa de fideos hecha “al cálculo” en una cocina con pocos utensilios y sin técnica especial? Eso, se llama sazón, y el sazón es magia pura, único en cada persona, no puede ser explicado por ninguna ciencia.
¿Por qué vemos a mujeres hermosas, casi modelos, muy enamoradas de la mano de hombres “feos” y sin atractivo? ¿Qué tienen esos hombres que no tenga cualquier otro Adonis? Tienen encanto, y el encanto tampoco es una regla natural, es precisamente como su nombre lo indica, un encantamiento.
¿Cómo es posible que en tantas ocasiones un abrazo dado por un amigo, un beso de la persona que queremos o una caricia de la madre sirva como solución a un problema real? ¿Cómo explicar que esa sencilla acción se convierta en un tónico mágico que nos devuelva la calma? El problema sigue ahí, sin resolver, pero ya no lo vemos de la misma manera, ahora estamos cargados de la magia del amor y la esperanza.
Mil ejemplos como este. Personas que con su simple presencia nos ponen de buenas, aunque no digan nada en particular, que tienen “ese algo” que nos trae alegría. Personas que sin conocerte bien pueden decirte cómo te sientes y que acontece en tu vida solamente con darte un vistazo.
Y también están esos sucesos extraños e inexplicables del día a día, que tratamos de atribuírselos a la electricidad, a la estática, al viento, al magnetismo, pero que nos sorprenden siempre. La magia no tiene por qué ser algo apartado de la naturaleza, si supiéramos apreciar la maravilla que es el universo, el propio cuerpo humano, veríamos que de eso hablaban los antiguos cuando a magia se referían. Si dejáramos de temerle al potencial humano, entonces sí seríamos testigos de “magia verdadera”.
No es posible negar lo inexplicable en pro de la modernidad, si ser moderno significa darle la espalda a lo maravilloso, entonces la modernidad no sirve. Yo creo que Harry Potter no es solamente una historia de aventuras mágicas. Me atrevo a decir que esconde un significado mucho más profundo. En ella vemos reflejadas muchas facetas de la personalidad de los hombres, llenos de luz y sombras, observamos la lucha eterna entre el bien y el mal, y también esa batalla interna entre el espíritu y la materia, entre lo mágico y lo no mágico. Y dentro de todas estas enseñanzas, aquella del fénix que renace es la mejor. Así como todos los días el sol triunfa sobre la oscuridad, nosotros también tenemos la misma capacidad de triunfar sobre nuestra propia oscuridad. Somos capaces de tanto, de tanto más de lo que nos creemos capaces. El fénix es esa fe, esa ilusión triunfando sobre la duda que crece como cáncer en nuestros cerebros. Es la magia que vive dentro de todos los hombres, que está esperando a renacer.
Al final de la saga, sin entrar en detalles que arruinen la sorpresa, Harry hace una pregunta a uno de los personajes: “¿Todo esto es real o está sucediendo sólo en mi cabeza?”, y la gran respuesta que le dan al mago, a mi me basta para seguir viviendo en paz esta vida: “Por supuesto que está ocurriendo en tu cabeza, pero eso no significa que no sea real”.
Profundísima reflexión. Magnifica. Yo a Harry le debo mi iniciación a la literatura. ¡Nada menos! Es críticado duramente por ser subliteratura, sí, un final feliz no recibe aceptación en el medio literario 'serio' o 'dramático'. Pero los defensores sabemos aceptar sus atributos. Esos siete tomos, 3000 páginas, son parte de mi infancia. Son el olor, los sobresaltos, la imaginación. Y si no agradezco a J.K. Rowling por haberme introducido en las letras ahora me encontraría sepultado debajo de quién sabe cuales dogmas. Por eso la fantasía es mi recurso predilecto. No lo dejaré atrás.
ResponderEliminarY hablando de la mente. También considero que nos oculta algo especial. Simbólico. Extranatural.
No cabe duda que he vivido con una maga todos estos años, que no deja de encantarme día a día con su talento y sabiduría. Felicidades chaparrita.
ResponderEliminarAl habla una fiel seguidora de la saga, sin llegar igualmente al extremo de las irracionales fans y los disfraces. Me encantó tu texto sobretodo porqué me ha enseñado algo que yo, lectora habitual, no había sabido apreciar en su momento. Maravillosa la manera como hilas el argumento de un libro aparentemente tan banal, tan clasificado en muchas ocasiones como infantil, con la vida misma y el sentido de la existencia. Creo que a todos nos gustaría ser fénix, todos lo intentamos cuando tenemos un problema y caemos y caemos y tarde temprano nos cansamos de estar en el suelo y luchamos por levantarnos.
ResponderEliminarPara mí la "magia" es algo indispensable en mi vida, es lo que hace que merezca la pena dejarme ver por el mundo día tras día. El amor, la amistad, un abrazo o la cegadora luz del Sol en esos atardeceres rosados de primavera y verano. No se puede vivir sin magia, aunque por desgracia hay mucha gente que eso no lo sabe y lleva una vida, a su manera, miserable.
Muchas gracias por hacerme disfrutar así con tu texto. Te dejo mi web, quizá quieras pasarte. Un saludo.
http://andandosindetenerme.blogspot.com/